sábado, 2 de octubre de 2010

Flores



Me dijeron que la belleza era efímera pero no pensaba el enseñante en lo imperecedero de tu acrílico bermellón. Me parece que tampoco se fijó en la eternidad del ámbar que reposa en la manzanilla o en el malva dulzón de tus violetas. No sabía él de las flores que inundan tu cristalino ni de cerca olió los claveles que hay en tu retina.
Te imagino sumergido en tu taller y en tus telas. Se te ha escapado una pincelada roja por el lienzo y decides retar su forma. La acaricias con la paciencia del artesano hasta dominarla y, mientras se amansa, la cortejas con destellos cítricos y la seduces, quizás, con la inmensidad del cobalto que flota en tu nostalgia.
Buscas la distancia prudencial entre la tela y el pintor y vuelves a mirar la pincelada. El trazo se ha convertido en pétalos y los pétalos en flores y las flores en color, en vida y en fragancia. Es definitivo, ha tenido lugar la alquimia. La ciencia oculta del artista te ha vuelto a revelar su fórmula.
Y, es que eso es tu creación, un sublime acto de magia. Un inexplicable espacio para el misterio donde la belleza habla.

Para José Antonio.