miércoles, 28 de septiembre de 2011

Puzzles


Despertar la nostalgia tan solo requiere de un olor compartido, de un color viejo o de un instante a oscuras. Cierro los ojos y me habla...comienza tímida así como cuando hablan los niños.
Y es que en mi pecho habita la nostalgia, hecha de pequeños fragmentos de un recuerdo desgastado y amarillento. Quisiera construirte con todos ellos, poco a poco, encajando cada pieza y tramando un puzzle interminable. O mejor, uno de aquellos a los que siempre les falta un trocito, un pequeño pedazo de cielo que se extravió debajo del sofá o parte del lomo del perro labrador junto a una chimenea inextinguible.
Hay arena y elefantes en mi puzzle descolorido. Hay algún mono, trenes y muchos desayunos. No hay nombres porque empiezo a coleccionarlos alfabéticamente y esta obsesión por la correlación me hace dudar de mi cordura. No hay despedidas tampoco y sólo he dejado algunos reecuentros porque para algo es mi recuerdo y borro y quito lo que quiero. Hay vacío, sudor y un ligero exceso de existencia, también tiene suaves tonos ahumados semejantes a aquella botella que sabía a Sur, a altiplano y a Pacífico.
Contiene el recuerdo este puzzle oceánico, azul y oscuro como tu sombra. Retiene el letargo de tantos sábados de otoño, tan ocres y castaños como mis ojos. Recoge la punzante memoria del invierno inhóspito que, a ratos, siento en el alma.