miércoles, 30 de junio de 2010

Golondrina





Consideremos que tengo sueño, también que la canícula ha llegado impenitente al borde de mi cama, la misma de la que a veces pienso que ya estoy harta.
Consideremos que, a estas alturas, todavía se me olvida hacer la compra y que ya no me hago carreras en las medias pero que me cuesta contar los cardenales que sin saber por qué, ni cómo, ni cuando aparecen en mis piernas.
Consideremos que, para una vez que las cosas salen bien, hay que dejarlas estar y que acordarme de tus palomas me hace reír sola a carcajadas. Pensemos que vuelo y que anido a tu lado como las golondrinas.
Soñemos...soñemos pero en colores, porque en blanco y negro ya son los inviernos que no me gustan.
Riámonos de mí y sígueme hasta el rayo verde aunque sólo sea una tarde o tírate conmigo de una duna blanca. Imaginemos,... imagina que mi cabeza se queda vacía, ni tocs tocs, ni pocs, pocs, consideremos, simplemente, que en mi cabeza ya no quedan palabras.

miércoles, 16 de junio de 2010

Mi réquiem, Tu réquiem.


Ayer volvía a casa al crepúsculo del día, cuando el sol se despide sonrojado y se refleja en el aire. Cruzaba el parque pensando en la amalgama de seres que convivimos en este reducto y la cantidad de historias lejanas que reposaban en el césped del Parque de la España Industrial. Llegaban de Perú las voces, desde la India los ojitos de los niños, desde Marruecos las sonrisa fascinerosa del que me observaba un poco más atrás. Me senté, tranquila, a descifrar el color del ocaso urbano, maniqueado, casi sucio. Prostituído pero aún salvable, sólo por el poquito de sol anaranjado que se precipita cada tarde.
Extrañé tanto Chacagua, Punta Cometa...extrañé tanto tu puesta de sol y mis lunas. Extrañé tanto el mar negro haciéndole de cuna a la magia nocturna...

sábado, 5 de junio de 2010

Tres mil millones de mis latidos


Estoy aquí de paso, yo soy un pasajero.
No quiero llevarme nada, ni usar el mundo de cenicero.
Estoy aquí sin nombre y sin saber mi paradero,
me han dado alojamiento en el más antiguo de los viveros.
Si quisiera regresar ya no sabría hacia dónde.
Pregunto al jardinero y el jardinero no me responde.
Hay gente que es de un lugar, no es mi caso.. yo estoy aquí de paso.
El mar moverá la luna o la luna a las mareas.
Se nace lo que se es o se será aquello lo que se crea.
Yo estoy aquí perpleja, no soy mas que todo oídos,
me quedo con mi suerte y con tres mil millones de mis latidos.
Si quisiera regresar ya no sabría hacia cuándo,
el mismo jardinero debe estárselo preguntando.
Hay gente que es de un lugar, no es mi caso porque yo estoy aquí... de paso.

Los rayos de Juan


Al levantarse aquella mañana, Juan se dio cuenta que algo le faltaba, quizás el abismo al final de su boca producto de la extirpación del poco juicio que le quedaba era el motivo de aquella sensación incompleta.
Quizá le faltaba un brazo o le había abandonado la ilusión aquella noche mientras dormía. Juan se sentía tan ensimismado que la veía marcharse a paso cadencioso y no podía correr tras de ella. ¿Será que la ilusión empieza a ser cosa de niños?, se preguntó mientras se servía el primer café frío.
Juan tenía un secreto, tenía un regalo tan resplandeciente que cada vez que lo abría, se le escapaba un poco de luz. Y la luz de los rayos de un sol no se regenera..."sé cauto con tus rayos", le decían, "porque el que entra en la oscuridad se condena a vivir a ciegas".
Tiene ganas de caminar, de caminar hasta llegar a ningún sitio; de caminar hasta el sol que, únicamente, tenga los besos húmedos.

martes, 1 de junio de 2010

Calima


Nada más que el silencio me devuelve el tono de tu voz raspado y nada más que las islas me acunan y me duermo.
Me arrojo al precipicio de un horizonte desdibujado; me arrojo y duele y grito y lloro y maldigo y me desdigo. Y me arrojo porque me gusta sentir como el viento se frena en mi cara pero el viento también es calima, a veces, y abrasa y quema y deja a su paso innumerables cadáveres exquisitos.
La calima convierte en momias los recuerdos, diseca las caricias y petrifica los besos. La eternidad de la muerte se lee en sus partículas y yo ya no quiero ser eterna, ni pétrea ni momia...te cambio la calima por cuatro gotas de agua.