domingo, 9 de mayo de 2010

La coleccionista de palabras


Gloria tenía la irreprimible manía de meterse, cautamente, en las conversaciones ajenas. Estaba tan acostumbrada que, antes incluso de sentarse en el metro, oteaba las conversaciones del vagón y elegía el lugar más cercano a la que presumiblemente podía ser la más divertida.
Le costaba disimular, a veces, el fisgoneo y, más de una vez, había recibido cortantes miradas a su invasivo vicio o algún que otro improperio de un borracho interlocutor.
Gloria caminaba con un agujero negro en el pecho que nadie veía. A Gloria, la mentira la había dejado sin palabras y las buscaba en bocas ajenas y se evadía de su silencio iracundo. ¿Qué se hace con el dolor cuando ya no le quedan palabras?, se preguntaba.
Para ella el dolor tenía las formas más impensables, nunca imaginó que dos toallitas desmaquillantes aguardando en aquella basura podían llegar a dolerle tanto. Un poco de papel húmedo(aún)con pringue barato eran dos armas inconcientemente afiladas; lo suficiente como para desmaquillarle la palabra amor del poco léxico que le quedaba.
A Gloria le gustaban los locutorios del barrio donde vivía. De Perú la pelea, de Ecuador el suspiro enamorado, a veces...también algún que otro llanto. Se entretenía figurando las caras al otro lado del cable, recorría los lugares con la memoria del que ha viajado y se llenaba de palabras ajenas. Elegía, por supuesto, las más suaves,...nada de "anestesias", ni "mentiras", ni "rasguños": esas eran parte del silencio y el silencio no habla.
Cuando llegaba a casa se las sacudía de los bolsillos y las lavaba con agua fría hasta que, incluso, los acentos brillaban. Cuánto costaba limpiar la palabra "efervescencia", ¿sería por la "v" o por la ondulación sinuosa de la "s"?, no lo sabía pero... ¡cuánto costaba lavarla!
Después, abría aquel enciclopédico armario y las colocaba en orden alfabético, las miraba con satisfacción y cerraba la puerta de su cementerio de palabras robadas.
Mañana debo encontrar la "estrategia" y acabo por fin con la "e", pensó, mientras cerraba la puerta.

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