jueves, 9 de septiembre de 2010

Hay un corazón en tu buzón


Son curiosas las cosas que a Gustavo le hacen saltar cuestionamientos que, a veces, ocupan gran parte de su día. Pequeños acontecimientos que nutren su imaginación, un ser temerariamente independiente que funciona de cálido refugio a muchos días en los que el mundo muestra sus dientes.
Un perro blanco ladra desde la terraza de un ático en Barcelona como si entonara un melancólico fado, ¡cuánta soledad habita en los áticos!
Un indigente, con el fin de dormir cómodo, ha cerrado con llave el cajero del banco donde duerme apaciblemente ajeno al ajetreo matinal. Fuera, un ejecutivo gordo con el crédito de su visa dorada echando humo, maldice al feliz soñador que no despierta ni a bombazos mientras una mujer policía lo mira con gesto impotente. ¿Cuál será el límite de crédito para la arrogancia en las visas doradas?
El florista de su barrio, gitano y homosexual, hace unos días le vendió un fertilizante para su ficus que ha terminado con las pocas hojas que le quedaban a la famélica planta. ¡Con razón las plantas de exposición del pérfido florista son de plástico de colores!
Pero hoy, hoy ha sido diferente...esta mañana Gustavo no buscaba acontecimientos y sin comerlo ni beberlo se ha encontrado con uno que lleva días dándole vueltas. Al estilo de los anuncios de compra de pisos que se reparten buzón por buzón y con caligrafía manuscrita, ha encontrado en el buzón de su casa el siguiente panfleto:
“Señor de 37 años, busca relación de pareja seria. Por favor, abstenerse las bromas. Interesadas, llamar al teléfono: XXXXXXX”.
¡Madre de Dios!, parece que el amor ya se reparte hasta por Correos –o, por lo menos prueba suerte-. Y es que las formas se multiplican: de internet al buzoneo, de anuncios en los periódicos a las frases escritas con tiza en paredes, de los grafitties a las videoconferencias y los chats, de las fotos con el móvil a las notas de amor en los bolsillos, de las camisetas con corazones a los vuelos de lowcost. Y no ha podido dejar de darle vueltas porque parece que aunque nos equivoquemos, aunque con miedo o torpemente, al final sea de la forma que sea, todos estamos buscando lo mismo.

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