sábado, 27 de noviembre de 2010

Como una sandía en verano


Podrá suceder que un día te levantes y mires tu piel y no la reconozcas. La sentirás rugosa y antipática, casi tanto como tener los pies fríos o evocar un nombre que ha perdido su forma.
Podrá suceder que, al mismo tiempo, te intentes tocar y no te encuentres,...será como jugar al escondite, pero al del nivel más alto: el escondite de tu memoria.
También podría pasar que mires tus manos y se muevan solas, es probable que no necesiten órdenes porque ahora tienen vida propia.
Quizás, y sólo si eso te pasa un día, querrás correr sin detenerte hasta que te frene la línea del mar, de un tren o de una montaña. Pero si llegas al mar saldrás nadando, te subirás al tren o escalarás la montaña.
Podrá suceder, entonces, que decidas no moverte y dejar que la vida te mueva. ¿Hacia dónde? No hagas preguntas,... sólo deja que la vida te llueva.
Podrá suceder que una voz te embriague y no sepas porqué ni cómo pero que te empape hasta el alma, como empapa el rocío a la noche a la hora que se despereza el alba.
Sucederá que el olor del jazmín no será el mismo, que tus dedos corretean y que tus sueños quieran darte la fórmula del color que los entraña. Y parecerá, para ese momento, que la vida se abre entera, como una sandía en verano...como una sonrisa blanca.

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