
Nada más que el silencio me devuelve el tono de tu voz raspado y nada más que las islas me acunan y me duermo.
Me arrojo al precipicio de un horizonte desdibujado; me arrojo y duele y grito y lloro y maldigo y me desdigo. Y me arrojo porque me gusta sentir como el viento se frena en mi cara pero el viento también es calima, a veces, y abrasa y quema y deja a su paso innumerables cadáveres exquisitos.
La calima convierte en momias los recuerdos, diseca las caricias y petrifica los besos. La eternidad de la muerte se lee en sus partículas y yo ya no quiero ser eterna, ni pétrea ni momia...te cambio la calima por cuatro gotas de agua.
Es que los besos necesitan hidratación. Si no son húmedos, para qué besos
ResponderEliminarpor eso los sueños están hechos de agua...
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